Sylt es la mayor de las islas Frisonas, y la más septentrional de Alemania, se
alarga de norte a sur formando una franja de tierra de unos 40 kilómetros de
longitud. Y a pesar de ser una zona eternamente ventosa, se convertido por sus
paisajes y sus extensas playas, en uno de los centros vacacionales más
frecuentados y exclusivos de Alemania. Respecto a los paisajes, tiene de todo:
dunas, marismas, praderas, colinas y campos de cultivo. Respecto a sus playas de
arena fina, pues la verdad es que no se pueden aprovechar mucho, por el excesivo
viento y frío que hace incluso en verano.
Para llegar a la isla de Sylt desde Alemania, se tiene que tomar el tren, que
funciona desde 1927. No hay carretera que una la isla con tierra firme, pero hay
unos "trenes para coches" que se toman en la localidad de Niebüll y atraviesan
el brazo de mar. Son cómodos, rápidos, puntuales y caros como todo aquí. Haces
tu cola para subir al tren (foto 1), y subes con el coche (foto 2), una vez
lleno el tren arranca (fotos 3 y 4), y como no tienes que conducir pues te
dedicas a la contemplación del paisaje, y los rebaños de ovejas (foto 5). y así
atraviesas el mar como se ve en el navegador (foto 6) a 85 km/h. La vía férrea
está muy bien protegida con diques y contradiques de las mareas y oleajes (foto
7). Y en poco rato llegamos a la estación de tren de la principal población de
la isla, Westerland (foto 8).
La infraestructura hotelera que ofrece Sylt al turista es extraordinaria:
lujosos hoteles, la posibilidad de rentar bonitas casas junto a la playa,
balnearios, instalaciones terapéuticas, pero cualquier cosa a precios
astronómicos en verano. Nosotros encontramos algo decente y pagable en forma de
unas viejas casernas militares rehabilitadas como pequeños apartamentos (fotos 9
a 12), y la verdad es que estuvimos muy bien, incluso con pequeños lujos como
que cada mañana te traigan a la puerta los "croasans" y el pan fresco...