Todos hemos oído hablar de Oasis en los desiertos, y quien haya tenido la
inmensa suerte de ver uno "in situ", sabe de la capacidad de la naturaleza en
ofrecernos esas maravillas con las que disfrutar visual y mentalmente. Pero si
os pregunto ?Que es un Morichal???, posiblemente nunca habréis oído la
palabreja, pero no os preocupéis, la he buscado en la Wikipedia, y tampoco sabe
nada, no aparece ninguna entrada con esa palabra. Hay que irse a una
enciclopedia a de esas viejas por tomos para encontrar el término:
Morichal. m. Terreno poblado de Moriches. // Amer. En Venezuela
manantial, también villa, quinta, casa de campo.
Moriche. m. Bot. Subgénero de palmeras propias de América
intertropical, de una de cuyas especies se obtiene un licor azucarado y una
fécula alimenticia. Es una planta de tronco recto y muy alto, hojas con pecíolos
muy largos, espácides de dos o tres metros y fruto en baya aovada, poco mayor
que un huevo de gallina. Su corteza sirve para hacer sólidas cuerdas.
Pues bien, igual que si fuéramos por un desierto en busca de agua, nos
internamos en el llano venezolano, que en temporada seca parece una sabana
africana (fotos 1 y 2), en busca de morichales, frescos manantiales que dan vida
a su alrededor y permiten beber agua a los rebaños de animales. No están
marcados en ningún sitio, y nuestros electrónicos y sofisticados 4x4 japoneses,
aun no disponen del olfato de un camello para encontrar agua, por lo que
terminamos siendo guiados por un amable ranchero que se ofrece a llevarnos en
busca de uno donde acampar (foto 3). Es indescriptible, simplemente es lo que
diferencia la vida de la muerte en estos lugares apartados. El agua mana
transparente, limpia, fresca con la sombra que proporcionan los morichales. Aun
no se nos ha quitado la cara de asombro por ver esta belleza de lugar, y los
peques ya están en el agua (foto 4), pero no es momento ni lugar para la
contemplación, no tardamos en seguirles, y en minutos estamos todos bañándonos
(foto 5).
Nuestra intención era acampar en el morichal, y montar allí nuestra pequeña
fiesta de carnaval particular y allí pasamos felices todo el día, pero cuando el
sol dejó de calentar, llegaron los verdaderos dueños de las orillas del
morichal, miles y miles de mosquitos voraces e insaciables, que reclamaban con
sangre una compensación por disfrutar de sus dominios. No nos dejaron
alternativa, tuvimos que levantar el campamento, y dejar a los bichos su pequeño
paraíso. Pero no por eso nos quedamos sin fiesta, ya que en la mañana el
ranchero que nos avisó de la plaga de mosquitos que vendría en la tarde y no le
hicimos caso, nos había ofrecido su rancho para acampar. Y para allí nos fuimos,
tremenda la hospitalidad de esta gente que nos ofreció todo lo que disponían, y
que alegremente se unió a nuestra fiesta de carnaval (foto 6)...¸.