El emplazamiento de Mdina sobre una colina era el lugar ideal para fortificar
una ciudad, y así estar siempre alerta frente a posibles ataques ya desde
tiempos antiguos (foto 1). Los fenicios la llamaron Maleth, los romanos Melita,
y los árabes quienes construyeron muros de hasta 19 metros de altura Mdina. La
ciudad creció, y llegó a convertirse en capital de la isla, hasta que los
caballeros trasladaron esta a Valletta.
A la ciudad se accede cruzando su muralla, por alguna de sus preciosas puertas
(fotos 2, 3 y 4). Una vez dentro hay un laberinto de callejuelas, por el que da
gusto perderse, ya que toda la ciudad dentro de la muralla es un remanso de paz
y tranquilidad (fotos 5 y 6), y nos podemos dedicar a descubrir los numeroso
detalles de las fachadas de las casas tallados en piedra (foto 7), sus balcones,
o sus aldabones de bronce.
Paseando por su centro terminareis en su catedral, dedicada a St Paul (foto 8),
un verdadero tesoro arquitectónico, que además en su interior custodia
importantes joyas de arte barroco. Sus campanarios (foto 9), y su cúpula con sus
frescos describiendo la vida de San Pablo (foto 10), son los más bellos de
Malta, superando en magnificencia, a la concatedral de St John en la capital
Valletta.
También hay un museo con obras de Durero y Goya, además de ropajes antiguos,
manuscritos, objetos de plata, monedas, etc...