Jají es uno de esos pequeños y hermosos pueblos andinos de
tarjeta postal (foto 1), muy bien restaurado, conserva intacto el espíritu de la
época colonial (foto 2). Está rodeado de montañas (foto 3), y es de lo más
tranquilo y relajado recorrer su plaza y sus callejuelas adoquinadas (foto 4),
disfrutar de la vista de sus balcones de madera (foto 5), o de su encantadora
iglesia (foto 6).
Hay que colarse en sus casas y pequeños restaurantecitos con cualquier escusa
para ver sus frescos patios interiores casi siempre decorados con fuentecillas
(foto 7).
En definitiva un lugar perdido en las montañas de Mérida, que vale la pena
visitar y disfrutar con tranquilidad, ya que conserva mucho de la vida
pueblerina de antaño, Marco por ejemplo se subió a un burro que había atado a
una puerta (foto 8), escena que ya no es muy normal observar en nuestras
ajetreadas ciudades...