Hay que irse lejos de Manaos par poder sentirse en la selva, ver alguna
comunidad indígena, o simplemente desde el río ver como viven (foto 1), o como
se adaptan al medio desde pequeños (foto 2). Si se dispone de tiempo, se puede
aprovechar el paseo a ver el encuentro de las aguas, para navegar por alguno de
los brazos del Río Negro o el Amazonas, hasta uno de los muchos restaurantecitos
a la orilla del río, donde no solo se come buen pescado fresco, sino que para
atraer a los turistas han acondicionado unas pasarelas elevadas sobre el suelo
de la jungla (foto 3), y poder caminar seguro por ellas, sin importar que caudal
lleve el río. Estas pasarelas se internan unos centenares de metros en la selva
(foto 4), lo suficiente para poder observar la flora y fauna de este ecosistema,
y sentirse atrapado por este entorno salvaje, los más osados, pueden abandonar
la seguridad de las pasarelas y caminar con mil ojos para sentirse en medio de
la selva más grande del planeta (foto 5), cuya vegetación recubre el 90% del
área del territorio. El terreno no siempre es tierra firme, y está compuesto en
su mayor parte de matas de vega y matas de Igapós, que se encuentran siempre
inundadas...
Os cuento alguno de esos datos brutales que se leen sobre el Amazonas. Su cuenca
fluvial 7 millones de kilómetros cuadrados, 15.000 afluentes, alguno de ellos
como el Madeira de 3380 km de largo. El propio Amazonas tiene 6280 km y como el
río más caudaloso el mundo, en épocas de crecida vierte en el Atlántico 200.000
metros cúbicos de agua por segundo adentrándose hasta 100 kilómetros dentro de
él, desalinizando el mar en esa zona...