Göttingen es un pequeño pueblecito del sur de Alemania, y aunque en los
últimos tiempos ha crecido bastante, la verdad es que uno puede atravesarlo de
lado a lado varias veces y no encontrarse con nadie (foto 1). Nada que ver con
cualquier población latina y mucho menos tropical. El clima es otro buen cambio
para un niño como Marco que ha nacido en el trópico, con un clima eternamente
tropical y que al llegar aquí se ve envuelto en más capas de ropa que una
cebolla, eso si, sin perder la sonrisa (foto 2).
La iglesia con su campanario puntiagudo, y sus casas de vigas entramadas,
perfectamente reconstruidas y conservadas (foto 3), dan esa sensación de paz y
tranquilidad y uno piensa que aquí nunca pasará nada, que no se puede hacer
nada. La verdad es que es todo lo contrario, aquí se puede hacer todo lo que uno
no hace cuando está en la ciudad, simplemente porque no se dispone de esa paz y
tranquilidad.
El deporte favorito es ir de casa en casa visitando a familiares, amigos o
vecinos y tomar cerveza y embutidos o café y pasteles según la hora, y pasar el
día placidamente hablando. Salir a pasear al perro, montar en bicicleta (foto
4), a caballo (foto 5), y dejar que el día transcurra lentamente.
No hay una gran diferencia entre un día normal, y un fin de semana, aquí no
cambia nada, todo se siente igual, la misma paz y la misma tranquilidad, eso si,
aumenta la oferta de actividades, y podemos elegir entre ir a ver al equipo de
fútbol local, y animar a algún jugador de la familia de Heike, o ir a oír cantar
al coro del pueblo (foto 6), donde también canta un familiar de Heike,
concretamente su hermana Annegret.