Samaná es el centro del paraíso de la Península y bahía que
lleva su nombre, capital de la provincia, y punto estratégico para disfrutar de
todo tipo de maravillas: deportes náuticos, playas, cayos, etc.
Pero nosotros hemos venido a República Dominicana y a Samaná en concreto en esta
época, por que su puerto, el más activo de la región, se convierte cada primer
trimestre del año en punto de partida para uno de los espectáculos más grandes
que puede ofrecer la naturaleza: La llegada de cientos de ballenas jorobadas,
que eligen las cálidas y apacibles aguas de su bahía para reproducirse. Se
calcula que el 80% de los rorcuales del mundo se aparean y crían frente a
las costas de Samaná.
El método que los machos utilizan para atraer a las hembras, consiste en elevar
al aire sus cuerpos de 40 toneladas, para luego caer al agua salpicando mares de
espuma (foto 1). Dicen que ellas también son capaces de hacerlo, pero lo evitan para no
herir el frágil ego de los machos.
El caso es que saltar vimos a muchos, el captarlo con estas nuevas cámaras
digitales que tardan un segundo en enfocar y otro en realizar el disparo, pues
ya es otra historia, por lo que solo capté un montón de chapoteos (foto 1). Pero
ballenas vimos muchísimas, y de todas las combinaciones posibles: solitarias,
por parejas, con una cría, con dos, etc (fotos 2, 3, 4 y 5)...