San Fernando de Atabapo, es el lugar más meridional al que llegamos en
nuestro viaje. Si nos hubieran llevado en helicóptero o con los ojos vendados
hasta su plaza central, parecería un lugar tranquilo e incluso bonito con su
iglesia (foto 1), y su Plaza Bolívar (foto 2).
Pero la realidad es muy distinta, se llega por barca y desde el principio se
nota un gran presencia militar, y estos fuertemente armados, también se aprecia
una pobreza extrema y necesidad en los rostros. Los indígenas venden lo poco que
pueden producir: Pan de yuca (foto 3), o la carne que cazan, que en realidad es
"chiguire" una rata gigante (foto 4).
Este lugar se podría llamar perfectamente San Fernando del Contrabando, y es que
el total de su población se dedica a esta actividad, unos contrabandean gasolina
barata para abastecer los laboratorios de coca clandestinos de la selva en
Colombia, y otros contrabandean la coca a Venezuela para distribuirla al mundo.
Así que con esta tensión, miedo, y necesidad que se siente en el ambiente nos
dispusimos a realizar las sencillas tareas para las que habíamos venido. Pero
las cosas no son sencillas en San Fernando del Contrabando...nuestra prioridad
era conseguir un bidón de gasolina imprescindible para regresar a casa, lo
primero que debemos hacer es ir a la gasolinera, allí nos espera una tremenda
cola para que te den una cartilla, y es que esta cola la hacen todos los días
todos los habitantes de la población para solicitar su cupo de gasolina por
persona y día, ya que de eso viven cuando la consigan revender más cara en
Colombia. Con nuestra cartilla nos vamos a otra cola para solicitar nuestro cupo
de gasolina, cuando está registrado, tenemos que ir a la municipalidad para que
nos pongan su sello previa cola claro, luego nos vamos a la cola del cuartel
militar que también tienen que sellar el documento, con los permisos de todo el
mundo, volvemos a la gasolinera, allí hay que pasar por el (la) cacique, esta es
la que finalmente decidirá si te llevas o no el combustible, y cuanto. A su lado
tiene un escriba, que va controlando tantos litros te han concedido, tantos
litros te doy, simplemente los que ella quiera, su misión y la de dar vueltas
para conseguir sellos, es que al final del día no se lleven todo el cupo de
gasolina asignado, y poder trapichear a su gusto con el... cinco horas nos costó
conseguir el bidón.
Después y para cambiar un poco el menú de solo pescado de los niños de
Caranaven, intentamos comprar unos pollos en el Mercal (Mercado de alimentos).
Estas son unas tiendas subvencionadas por el gobierno con precios fijos y
económicos para la compra de alimentos de primera necesidad para la población de
bajos recursos. Y si nos venden el pollo, pero solo uno. Les decimos, que
tenemos unos 200 niños indígenas para alimentar y que necesitamos 20, nos dicen
que no hay problema, pero que nos olvidemos del precio solidario, nos los
venderá por la puerta de atrás del Mercal, y al precio que le de la gana. No nos
queda de otra que pagar al usurero de turno del gobierno. Esto es lo que en
Venezuela llaman el Socialismo el Siglo XXI.
Os imagináis vivir en un lugar así...